sábado, 15 de febrero de 2014

Mi amor, este poema
es para que lo leas cuando no esté a tu lado,
cuando no pueda ya cuidar de ti.
No te conformes nunca con alguien que no piense
que tu eres una llama más antigua que el fuego,
que tú eres su razón para vivir.
Aprende a no querer a los que no te quieran
y elige bien a qué le tendrás miedo:
no habrá sombra que oculte lo que tú temas ver.
Escapa del que piense
que el aire es la pared de lo invisible
y huye de aquel que crea
que es más feliz quien menos necesita,
porque ése no podría necesitarte a ti.
No te rindas, no olvides jamás que la tristeza
sólo es la burocracia del dolor.
Y si sientes que el mundo se derrumba,
no intentes abrazarte
a otro que esté cayendo a la vez que caes tú,
como yo hice contigo.
Algún día
tendrás que despertarte para salvar tus sueños.
Algún día sabrás que en las promesas
hay siempre un cristal roto
en el que aúlla el viento frío de la mentira.
Recuerda todo eso.
No escondas lo que sientes por miedo a ser frágil,
como aquellos
que por guardar tan bien lo que más les importa,
lo pierden para siempre.
Recuerda que no hay nada que no pueda
ocurrir cualquier día.
No olvides que esta obra ha terminado.
No olvides que le hablas a un teatro vacío.
Benjamín Prado

lunes, 9 de septiembre de 2013

"...en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una persona amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo"

Ángeles Caso

sábado, 24 de agosto de 2013

Hasta entonces nunca me habían aterrado de esta forma los aeropuertos. 

Lléname de abrazos, lléname de besos, creo que anunciaron tu vuelo. Y entre lágrimas tu figura es devorada por la gente, y una fiera clava en mi alma sus afilados dientes.

Quedo con el sabor metálico de la soledad y deshojo el calendario. 

Tengo miedo, tengo frío y dudo, y hago repaso: fugaz e indeterminado, como un sueño ha comenzado esta historia y no sé, en verdad, si fue real.

Quién me iba a decir que te iba a encontrar una noche casual, ejerciendo de torpe sentimental. "¿Qué haces aquí? A punto estaba de marcharme, 
qué bueno es encontrarte".

Y tú y yo inmóviles, y en torno a nosotros giraban colores, luces, pasaban horas.

Porque nada era importante, "así que háblame de ti y no pares". "Cuéntame cómo era todo antes". Aunque seriamente dudo si hubo un antes, 
sólo recuerdo bien, con nitidez, que hubo un después.

Nuevos encuentros, nuevas confesiones, y de repente me veo 
perdida en un aeropuerto, con las pesadillas que día a día me acompañan, cotidianas, 
con las que me atormento:


Tengo tanto miedo de que olvides el camino de regreso.

lunes, 12 de agosto de 2013

Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta mirarte y que te hago mía con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser...

Julio Cortázar, Rayuela