sábado, 24 de agosto de 2013

Hasta entonces nunca me habían aterrado de esta forma los aeropuertos. 

Lléname de abrazos, lléname de besos, creo que anunciaron tu vuelo. Y entre lágrimas tu figura es devorada por la gente, y una fiera clava en mi alma sus afilados dientes.

Quedo con el sabor metálico de la soledad y deshojo el calendario. 

Tengo miedo, tengo frío y dudo, y hago repaso: fugaz e indeterminado, como un sueño ha comenzado esta historia y no sé, en verdad, si fue real.

Quién me iba a decir que te iba a encontrar una noche casual, ejerciendo de torpe sentimental. "¿Qué haces aquí? A punto estaba de marcharme, 
qué bueno es encontrarte".

Y tú y yo inmóviles, y en torno a nosotros giraban colores, luces, pasaban horas.

Porque nada era importante, "así que háblame de ti y no pares". "Cuéntame cómo era todo antes". Aunque seriamente dudo si hubo un antes, 
sólo recuerdo bien, con nitidez, que hubo un después.

Nuevos encuentros, nuevas confesiones, y de repente me veo 
perdida en un aeropuerto, con las pesadillas que día a día me acompañan, cotidianas, 
con las que me atormento:


Tengo tanto miedo de que olvides el camino de regreso.

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