Una fuente redonda en medio de los jardines de un palacio cuyo nombre no
sabemos, o no recordamos ya por lo extraño que se nos hace el nombre en alemán,
aunque tú de este idioma tengas más conocimientos que yo (no te lo creas mucho jajajaja). No tiene mucho más
atractivo que el simbolismo mismo de que es, o dicen que es, el emplazamiento
exacto del nacimiento del Danubio. No puedes irte del lugar sin hacer antes el primero de tus apuntes frikis que, al igual que las anécdotas que me pides que te cuente sobre cualquier tema, adornarán el viaje, "fuente es Brunnen, y ya aunque llevemos poquito aquí sabes que Schön significa bonito, así que ya sabes cual es el nombre del edificio megahiperrecargaorococó más famoso del mundo germano!!!!"
Alguna foto aquí y allá y poco más para el recuerdo y alguna anotación en
el “cuaderno del viajero”. Tampoco hemos investigado mucho más en qué tiene de
atractivo Donaueschingen. No es el sitio o el momento lo que importa, es la imagen que se queda
grabada en mi mente, y sé que en la tuya también: tú (y yo) en el lugar que inmortaliza las primeras notas de la obertura de nuestra sinfonía particular, esa que iremos componiendo sobre la melodía que nos susurra este Danubio azul eterno que con su firme batuta marcará nuestros pasos.
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