“¿Sabes cuantos escalones tiene esto?” dices mientras vuelves a mirar
escaleras arriba. 768 escalones para subir a la torre más alta de mundo, de
algo más de 161 metros. Muchos escalones y un ascensor, todo sea dicho.
Desde arriba tenemos
la mejor panorama que se pueda imaginar: toda la ciudad y de fondo los Alpes. Esa
imagen se merece la primera foto juntos del viaje, que la acabo pidiendo yo. Ya
sabía que me tocaría a mí…
Al salir volvemos a
contemplar, esta vez desde abajo, la impresionante torre gótica a la que
acabamos de subir. Torre gótica en una catedral gótica, como no podía ser de otra forma. Por lo tanto es inevitable la
comparación con la catedral gótica que nos es más familiar y, como muy puestos
no estamos en arte, casi ni vamos a encontrar tantas diferencias. Además, nos sale la vena castiza y la nuestra gana por goleada a la que acabamos de ver, aunque dejamos comentarios condescendientes del tipo "pero aun así es muy bonita ¿eh?"
Un rato después, no sé
exactamente cuánto tiempo, estamos contemplando de nuevo esa misma torre pero desde la otra ribera del río, sentados como dos
viejecillos en un banco del parque, que es atravesado por el Danubio a su paso
por la ciudad, tomando el sol y hablando tonterías, culpa en parte del
cansancio que acentúa ya de por sí nuestra predisposición a las charlas que se van de la mano.
Antes de que decidas
tirarte en el césped y quedarte dormido me levanto y te animo a que hagas lo
mismo. Nos quedan unas horas solo antes de cambiar de ubicación y antes hay que
ir a perderse por el barrio de los pescadores y el de los curtidores. Y sí, perdernos
literalmente, porque decidimos guardar el mapa y adentrarnos en él durante un
buen rato sin un rumbo definido, solo limitándonos a pasear, contemplar sus
calles y edificios, pararnos en alguna que otra tienda y sentarnos al sol a
tomarnos un café, empapándonos de la historia que ha recorrido durante siglos
estas calles. Imaginando que en tal o cual edificio pasaba tal historia. Creo que
tenemos demasiada imaginación, pero es lo que nos hace disfruta al máximo del encanto que atesora cada ciudad o pueblo, por muy pequeños o poco conocidos que sean.
Al pasar por encima de
los puentes de piedra intentamos calcular la edad de éstos y nos
imaginamos en el balcón de la casa que justo asoma al rio. Nos contamos como
será vivir allí, en invierno con el frío, y resaltamos la belleza de esta
pequeña ciudad de 120 mil habitantes. Sabemos que podríamos camuflarnos
entre ellos y pasar totalmente desapercibidos, lo cual nos lamentamos de no haber
elegido pasar un día más aquí, pero ya es tarde para llorar.
Antes de volver a
ubicarnos en el mapa me lamento en voz alta de que la ciudad natal de Einstein
no tenga más referencias a él. Abres el mapa, nos ubicas, tú, siempre tú, como
tenga que hacerlo yo seguro que volvemos a perdernos, y partimos para la
estación. Otro pequeño viaje, porque por ahora todos han sido cortitos. Pero deseando
llegar, darnos una ducha y dormir.
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