martes, 19 de marzo de 2013

003. Sigmaringen

Creo que el autobús ni siquiera se había puesto en marcha cuando ya estábamos los dos dormidos. Ni el hambre nos podía mantener despiertos. Teníamos una hora, o poco más, para dormir antes de llegar a Sigmaringen y bien que la aprovechamos. De hecho, hasta te extrañaste cuando llegamos al final del trayecto y comprobaste que mi cara estaba hinchada. Empezaste a hacerme cosquillas diciéndome que era una dormilona y yo te lo negaba, pero la cara ahora resulta también que es el espejo del "¡no veas que siesta!"

A eso de las dos de la tarde estábamos sentados en un banco a orillas del Danubio comiendo un bocadillo que habíamos comprado un par de horas antes en Donaueshingen, hablando y mirando, o más bien admirando, la arquitectura del pueblo. Un pueblo de unos 16 mil habitantes emplazado en lo alto de un peñasco en el extremo de uno de los numerosos valles del Danubio y vigilado desde el emplazamiento más alto del pueblo por un castillo de la edad media.
“El pueblo entero parece de cuento” pienso mientras paseamos por sus calles buscando una cafetería donde poder tomarnos, más bien tomarme yo, el café que con tanta insistencia y exigencia te he pedido. Y justo antes de decidirnos por uno pasamos por delante de la iglesia. “La kirche”, te digo mientras río, para después añadirte que no me mires así. (Imagina cual es tu cara…). Creo que los dos pensamos en lo mismo y nos reímos, al menos por dentro aunque en el exterior solo reflejásemos una sonrisa, al entrar en esta austera iglesia que en su interior se convertía en el extremo opuesto. Sí, al leer la pequeña historia en un folleto de la entrada descubrimos que esta sería la primera de las muchas veces que veríamos, leeríamos o escucharíamos eso del estilo rococó. O como tú lo rebautizas el "recargaorococó",
No podemos estar mucho tiempo más aquí. Nos espera otro autobús y otra hora de camino para llegar a la primera ciudad del recorrido. En un día dos pueblos, no nos ha quedado otra. Son tan pequeños que ni sabíamos si habría algún lugar en el que pasar una noche así que, para no arriesgar, pillamos el último autobús del día. Dormiremos en otro sitio y mañana, como se dice, “será otro día”

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